Consideremos al granjero que hace de su sombrero de paja su
pareja; o a la anciana que hace de una lámpara de pie su hijo; o a la joven
mujer que se ha dado a la tarea de arrancar su sombra de una pared...
Consideremos a la anciana que vistió lenguas de vacas
ahumadas por zapatos y caminó por un prado reuniendo boñiga en su delantal; o a
un espejo oscurecido por el tiempo que fue entregado a un hombre ciego que
gastaba sus noches viendo en su interior, lo cual entristecía a su madre, que
su hijo pudiera estar tan perdido en la vanidad...
Consideremos al hombre que fritó rosas para su cena, cuya
cocina olía como un jardín de rosas encendido; o al hombre que se disfrazó de
polilla y se comió su abrigo, y de postre se sirvió un sombrero refrigerado...
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