Afuera en el estrecho el agua está espumosa
como dicen aquí. Es violento, y me alegra
no estar ahí. Me alegra que pesqué todo el día
en el arroyo Morse, lanzando una carnada roja atrás
y adelante. No pesqué nada. Ni mordieron
siquiera, ni una vez. Pero estuvo bien. ¡Estuvo muy bien!
Llevé el cuchillo de bolsillo de tu papá y fui seguido
un rato por un perro cuyo dueño llamaba "Dixie".
A ratos me sentí tan feliz que dejé
de pescar. Una vez me eché sobre el banco con mis ojos cerrados,
escuchando el sonido que hacía el agua,
y al viento en la copa de los árboles. El mismo viento
que sopla afuera en el estrecho, pero un viento diferente, también.
Por un momento incluso me permití imaginar que había muerto--
y eso estuvo bien, al menos por un par
de minutos, hasta que realmente se profundizó: muerto.
Mientras yacía ahí con mis ojos cerrados,
justo después de haber imaginado cómo sería
si de hecho no me levantara nunca más, pensé en ti.
Abrí mis ojos entonces y me levanté
y volví a estar feliz de nuevo.
Te estoy agradecido, ya ves. Quería decirtelo.
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