Nunca hasta que el hombre hiciera
al pájaro bestial y las flores
la paternidad y toda oscuridad que enseña a ser humilde
dijo en silencio que la última luz
y la hora detenida
vienen del mar que tropieza sostenido por arneses
Y debo entrar de nuevo a la redonda
Zion que hay en la gota de agua
y a la sinagoga en la espiga de maíz maduro;
He de dejar que la sombra de un sonido rece
o esparcir mi semilla salada
en el más bajo valle de arpillera, para que llore.
La majestad y fuego en la muerte de la niña.
No habré de asesinar
la humanidad de su partida con graves verdades
ni habré de blasfemar las estaciones del aliento
con ninguna otra
elegía de inocencia y juventud.
Profunda, con los primeros muertos, yace la hija de Londres,
arropada con amigos eternos,
los granos más allá del tiempo, las venas oscuras de su madre,
secreta junto al agua impasible
del galopante Támesis.
Tras la primera muerte, no hay ninguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario